Dos martillos, dos masas, dos bodoques de cemento, qué sé yo, esos dos armatostes son cualquier
cosa, menos dos manos, nunca vi algo igual. Su meñique es más grueso que
mi pulgar. Estrecharle la mano a Juan Domingo Roldán es pasar vergüenza,
sinceramente. Sus dedos envuelven por completo la mano de uno, y de otro, como
si él fuera el padre de todos. Afortunadamente, sonríe, deja descansar el peso
de sus puños sobre sus rodillas y se prende en el diálogo con Primer Golpe. El
campeón sin corona que brilló en los ochenta, quiere hablar de boxeo, mientras
mira boxeo en el ringside del gimnasio Gatica, de Villa Domínico. Sus armas de
destrucción masiva hace rato ya que dejaron las guerras.
Se trenzó con los mejores como Marvin Hagler, Tommy
Hearns y Michael Nunk. Invirtió bien su dinero Roldán, compró hectáreas y
hectáreas en Freyre, Córdoba; a los 55 años, vive feliz, tranquilo, acompañado
por su esposa María Elena, pero sintió
la necesidad de venirse para Buenos Aires, a apoyar la oficialización de
Adeboar, en defensa de los derechos de los boxeadores. “A mí la verdad no
me hace falta, pero tengo que ser solidario con los demás, y no puede ser que
nosotros hayamos dejado la vida en el ring y no tengamos ni siquiera una
jubilación”, dice Roldán, con una serenidad asombrosa, no lo inquieta ni siquiera
lo asfixiado que está su cuerpo en esa camisa talla XL.
Roldán, distendido, ensaya algunas reflexiones. “Cuando te retirás pasás a ser un NN, caés
en el olvido, yo no fui campeón… pero a muchos rivales míos se los tragó la
desmemoria. Yo pienso por los demás, por eso apoyo esta causa justa”,
apunta. Y se lamenta por una realidad del boxeo argentino. “Además, al margen
de todas esas carencias, acá faltan maestros, los grandes maestros ya no están
más, los boxeadores cambian de entrenador dos por tres. Y se les termina
haciendo una ensalada en la cabeza, porque le confunden el estilo”.
Entre los apellidos que surgen, enfatiza que le
gusta Yamil Peralta, y no cree que después de las camadas de Maravilla y de Narváez,
y la otra, la de Matthysse-Maidana-Reveco, se acaben los buenos campeones
criollos. “Lo fundamental es que en el boxeo no existe el miedo, por lo tanto,
uno no tiene límites. Yo lo único que pido a los entrenadores es que no le
digan a su boxeador que es muy bueno, eso es lo peor que pueden hacer, porque
lo hacen conformista, siempre hay que aspirar y exigirles más”.
@primergolpebox
@89miche
Foto: Diario Clarín
Idolo absoluto "martillo" Roldàn. Solo una generaciòn de fenòmenos en su època pudo impedir que fuera campeòn del mundo. Hoy no tendrìa semejante nivel de oposiciòn. Le deseo toda la felicidad del mundo y le pido que se haga una rutina de gimnasia para ponerse en "categorìa", porque es un tipo muy joven.
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