PRIMERA PARTE de la entrevista exclusiva con Hugo Martínez. Los duros años de herrería con la ayuda de su hijo, las tardes de tenis en familia, la sorpresa de todo Quilmes por la fortaleza en el ring del "pacifista del barrio" y la vida de "rico humilde" que lleva el campeón en España. "Todos le dicen Sergio, o Maravilla, pero para mi sigue siendo el 'Cabezón' de siempre", dice el papá del rey.
-¿Qué puede decir de su hijo?
-De Sergio ya se dijo casi todo, como hijo es normal. Cuando me lleva a su casa en Madrid, entramos a un subsuelo que tiene, donde deja el coche, tiene una lavadora, una secadora, saca la ropa del bolso la mete en la lavadora, la ropa limpia la pone a secar, y la deja para plancharla él. Plancha, lava y se cocina. Y me dice que me prepare unos mates, sigue siendo el de siempre. Cuando le preguntan de grandes lujos, él dice para qué, si sabe igual comprar el pan acá a la vuelta, que a un sitio lujoso. Me doy cuenta de que es el mismo chico con muchos títulos, es el mismo chico que creció demasiado, Es el Sergio de siempre, tal es así que cuando nos ponemos a conversar, le digo "Cabezón". De pequeño era lindo chico, usa flequillo y desde entonces hasta hoy en día le digo “Cabezón”, rara vez Sergio.
-¿En qué lo aconseja a Sergio...?
-Ningún consejo, el creció mucho y bien.
-No sé si hablando, pero usted estuvo en momentos clave.
-Cuando él era chico, hablábamos mucho. Notabas que era un chico más fino en la conversación que los hermanos, hacía una pregunta, le dabas una respuesta, y no se quedaba conforme, quería saber más. En sus bromas, en sus maneras de conversar, se notaba algo diferente. Todo lo que hacía le gustaba hacerlo bien, practicó tenis, ciclismo...
¿Pensaba que iba a ser boxeador? La madre cuenta que ella lo imaginaba militar, por la disciplina que tenía..
Claro, pensábamos así. No lo veíamos como boxeador porque él siempre fue el pacifista del barrio. Si había una pelea, no se prendía, al contrarío decía “no no se peleen, porque el que tiene la culpa es él”. El árbitro era siempre él. Cuando había algo que no se sabía qué pasó, él daba la palabra santa de los hechos porque no mentía. Aprendió mucho de la vida, por su manera de ser absorvió las cosas buenas. Se expresa muy bien, habla abiertamente. Cuando tuvo que dejar de trabajar, yo fui el primero en ayudarlo. Alci (por el tío Alcides Paniagua) me dijo que para que triunfe tenemos que ayudarlo al máximo, una de esas cosas es que Sergio deje de trabajar. Esa noche estábamos comiendo en familia, y dije: "Sergio se va a dedicar sólo al boxeo, va a dejar de trabajar con nosotros a partir de hoy", eso fue en 1998. Y bueno, ahí arrancó con todo.
¿Es cierto que ya de chico Sergio era esquivado?
-Cuando era amateur no le querían pelear. Decidimos hacer un ring, unas tribunas, alquilar algún club para que él pelee. El hizo varias peleas así, organizadas por nosotros. Y lo que recuerdo es que mientras estábamos armando las tribunas el ring, dije que en esta vida todo tiene un techo, todo tiene un límite. Me miraron. ¿Y que querés decir con esto? En que va a llegar un momento, en que vamos a tener que dar un paso al costado, no le vamos a poder organizar mas combates. Yo miraba un poquito más allá de la realidad de ese entonces, ya lo veía más arriba de lo que nos estaba brindando.
-El hijo del techista que no tenía techo...
-Tuvimos que dejarlo lógico, se fue a la Federación, empezó a trabajar, integró la Selección, yo creo que si él hubiese estado un año más en la Selección le hubiera favorecido mucho más todavía. Pero él quería ser profesional, ganar dinero, tenía otra mentalidad, quería crecer y crecer, no le importaba cómo. A pasos agigantados como le había resultado la carrera amateur. Fue dificil que él entre en el medio boxístico de primer nivel, más que nada si en amateur, le esquivaban, en profesional peor todavía. Fue demasiado disciplinado, nunca subió mal preparado. Igual, Maravilla no interesaba...
-El presidente de la FAB dice que siempre lo apoyaron a Maravilla...
-No tenemos rencor con él, para nada, que dé la versión a su manera, pero hay cosas que son insostenibles. Aquel que tiene muchas condiciones va a crecer en cualquier lado, no se lo puede frenar, no se lo pueden cerrar las puertas. Pero era tal la presión que había de Sergio hacia la Federación no quedaba otra que darle la mano y decirle vas a pelear acá y allá, pero había otros boxeadores que eran los favoritos. Siempre digo que Sergio no gustaba, el negocio no estaba con Sergio, decían que era el antiboxeo, no interesaba. Igual si no se hubiese ido del país en el 2002, se hubiese ido unos años más tarde. El ya tenía el camino marcado. Debía irse para crecer y explotar. Le costó mucho.
-Cuando Sergio se va del país, ¿dónde estabas?
Yo me fui en el 2003 a España, pero fui a verlo a Inglaterra cuando ganó su primer título importante a nivel internacional.
.-Fue una locura ...
-Sí, que bella locura, estaba solo, sin conocer, lo más lejos que había ido fue irme al sur del país, nada más. Cuando llego a Manchester paso por los controles sin ningún tipo de problemas, tuve un Dios aparte. Me hice entender: "boxeo, padre, Maravilla Martínez". Y una vez que me sellaron me dije: "allá voy".Hablaba solo, total nadie me entendía. Pero, ¿a dónde voy? No sabía el estadio dónde peleaba Sergio, no sabía el hotel dónde paraba Sergio, no sabía el nombre del rival. Menos mal que no me preguntaron nada de eso, porque me hubieran deportado, ja ja.
-¿Y cómo zafó?
-Me dije: "tranquilo Martínez". Y me senté en el suelo en el aeropuerto, me acordé de las películas y se me ocurrió ir a una comisaría. Había hecho el 99 por ciento. Me faltaban que me orienten. Es entonces cuando agarro mi bolso, mis maletas, salgo del aeropuerto, veo gente con carteles, y escucho: "¡Hugo Martínez"! "Es Dios", dije yo, "¿dónde está? Y veo una persona que me levanta la mano, era el padre de los Sarmiento. Hacía media hora le habían avisado de la Argentina que yo viajaba. Me salvó, ja ja
-¿Y qué pasó?
-Llegué al hotel, fue un momento muy especial. Si Sergio dice que en ese tercer round el sintió vergüenza, y tantas cosas que dijo. Para mi el momento climax es cuando llego al hotel. Ahí recorro un pasillo largo, y voy a la cuarta puerta a la izquierda del final del pasillo. Golpeo, y dice: "va". Golpeo de vuelta y dice: "va, va va". Entonces cuando abre la puerta, nos desplomamos. No hay palabras para describirlo. Que es lo que sentiste, no sé. Lloramos los dos. Nos abrazamos. ¿Cómo va? Llegaste bien?. Perfecto le digo. Tiró una trompada y le pegó a un mueble, y gritó: "¡Ahora sí que tengo un motivo para ganar!". Y se reía. Tomamos unos mates y nos fuimos. Estuvimos quince minutos, armó el bolso, y nos fuimos caminando al estadio que estaba a unos 500 metros.
-¿Y en el vestuario, qué pasó?
-Esa era la pelea, los dos lo sabíamos. Estaba asistiendo a algo demasiado importante. Para mí, él puede ganar cuatro, seis títulos en una noche, pero ese momento fue imborrable. Cuando el cae, yo me doy cuenta de que me mira. Pego un grito. Le dije: "Cabezón, caminamos, no te quedés", me dolía todo de tan fuerte que grité, era ensordecedor el griterío. Qué sé yo. Con esa mirada tantas cosas nos habremos dicho, que no sabemos.
-Y luego al hospital…
-El tenía un corte en el parpado, lo cocieron sin anestesia sin nada, lo cauterizaban, no le podían poner la gotita. La que quedaba era coser. “Pa, agarrale la mano al campeón que lo van a dejar como un matambre”. Y el primer pinchazo que le dieron con la aguja, gritaba de dolor, pero decía: “un campeón no debe llorar”. Nos quedamos en el hotel y pedimos dos pizzas una coca, yo pensaba en Quilmes, quería estar en los dos sitios a la vez, y nos pusimos a hablar de Quilmes nomás. No teníamos una moneda para hablar por teléfono. Sergio me prestó una tarjeta que tenía un minuto. Yo sabía que estaban esperando en Argentina la noticia, que eran las seis de la tarde las siete. Atendió Luisito, un primo de Sergio. Del otro lado escucho ¿Hola, hola, hola quién habla, ahí? Y le respondo: "El Padre del campeón del mundoooo", y escuchó el piii. Se había acabado el saldo, ja.
--¿Todo lo que se le
pide o se propone Sergio, lo logra? ¿Le pedirías algo más fuera de lo
deportivo? No sé... ¿Un nieto?
-Risas, nunca se me cruzó por la cabeza en él. Yo vivo el
momento. A Sergio me lo imagino en Estados Unidos, con mucha gente importante,
lo veo viajando por el mundo, de cualquier manera menos así, llegará su
momento, digo yo, este no es el momento, yo pienso que sí, como él dice para
qué traer un hijo al mundo si no sabe dónde vive el padre. En Madrid, México,
Estados Unidos, Argentina. Si por su puesto, sería algo muy lindo. Si Sergio me
da un nieto no le pido nada más. Mucha gente toca de oido y dice que Sergio va a hacer
una pelea más, yo el 19 de marzo a las 4.20 de la tarde recibí una gran
noticia, pero no puedo decir nada. Si hay algo que pudiera pedirle es que el día que largue el boxeo, no vuelva nunca
más a pelear. Ya dio todo. Y además, vemos que los que volvieron el noventa por
ciento tuvo malas experiencias, y no me gustaría que pierda todo lo que logró,
porque yo sé el sufrimiento de él, lo que le costó llegar. No toleraría verlo
sufrir arriba del ring.
(Foto gentliza Diario Clarín, Maxi Failla)
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