SEGUNDA PARTE de la extensa entrevista con Hugo Martínez. El papá del campeón de los medianos revela que de pequeño Maravilla era rubio y de ojos claros: "En el barrio me decían que no era mi hijo, tuve que lidiar con esas cargadas, jaja". Habla de los sacrificios de su hijo. Y de paso lo compara con Carlos Monzón.
-¿Qué heredó Sergio Martínez de usted?
-La predisposición al trabajo. Es responsable, no sé si era una virtud o un defecto. Yo quería imponer eso. Eso lo aprendió bien. Y lo empleó. Un gran orgullo.
-Es santiagueño, ¿cómo llegó a la zona sur del Conurbano?
-Soy hijo de Gilda y Carlos Alberto, ellos vinieron a Bernal cuando sólo tenía un año. Vivíamos en Quilmes al fondo de la casa de mi madre, Sergio nace en Avellaneda, un niño hermoso, 5 kilos 600 gramos, un bebote, era rubio, tenía los ojos azules, imagínate soy de piel oscura, aguanté todo lo que venía, aja. Me escudaba en mi suegra, yo decía: “No, no, sale a la abuela, ella es descendiente de franceses, ja ja”. Era la única manera de zafar, las cargadas iba y venían. Con el pasar de los años mucha gente decía que teníamos en común muchas cosas.
-¿Era muy apegado a usted?
-Sí, sí, jugábamos mucho a la paleta, me acuerdo que estábamos jugando un partido familiar, en el patio de la casa de mamá. Éramos muchos, jugábamos a eliminarlos. Y yo le ponía ganas. Iba ganando. Llegué a la final con uno de mis cuñados. Y Sergio se prendía del pantalón mío, la madre lo llamaba y el no se quería ir. Tendría tres o cuatro años. Y en un momento viene una pelota muy linda, yo doy dos pasos hacia atrás y tiro. Pensando que Sergio se había ido a la casa. Cuando en realidad me había soltado nada más. Doy dos pasos para atrás, y plaff. Un paletazo, se le hizo un globo de cinco centímetros, la madre se enojó y se me acabó el partido, aja.
-¿Cómo es su vida en España?
-Tengo un mercadito, me pude acomodar, Sergio me ayuda y entonces estoy bien, tranquilo.
-¿Cómo es la conversación de padre a hijo?, ¿de qué hablan?
-De lo que sale, son cosas del momento, capaz que hablamos de fútbol, de política. Sabemos qué punto tocar. Hablamos de lo mal que está la economía en España, que se quejan pero no es como en el corralito en Argentina, o que se quejan en España y los bares están llenos, se quejan, y cuando se van a las vacaciones, hay diez, quince millones de autos que se van. No sabemos dónde está la crisis. Hablamos de la seguridad y tranquilidad que hay en España en comparación con nuestra querida y amada Argentina. A él le gusta vivir en España por la tranquilidad, le gusta.
¿Sufrió de pibe? ¿Pasó hambre?
-Tuvo una vida difícil. Siempre tuvo momentos difíciles el país, era duro, duro, sobrellevar una familia, y siendo el padre solo que tenía que solventar todos los gastos, pero su madre debería haber sido ministra de economía del país, una capacidad increíble para administrar, y repartir el pan en partes iguales, moneda que tenía la multiplicaba. Siempre hubo un plato de comida en la mesa, trayendo mucho o poco, pero hubo.
-¿Le asombra la euforia que despertó Maravilla en el país?
-Y... el argentino es más eufórico, se apropia de los ídolos, dice: "Esto es mío". En España es diferente, la gente es más reservada, más tranquila. (“Esperá un segundito que me saco una foto”) Es diferente. Tengo muchos amigos, y estos hablaron, se corrió la bola, y hoy por hoy me conocen, pero no de mi boca, sino del boca a boca. En el pueblo de Alovera, a 40 kilómetros de Madrid, dicen que vive el padre de un famoso.
-¿Qué esfuerzos hacía allá?
-Y… llegó a caminar 50 cuadras de ida y vuelta para ir a entrenar, o dar clases de boxeo, desde Azuqueca hasta la otra punta. Lo hacía todos los días también para ir a enseñarle a los chicos. Pero bueno, se disfruta más padeciendo.
-Sergio hizo de todo en España. ¿Qué trabajo no te gustaba de los que hizo?
-Siempre hablabamos del trabajo dificil que tenía cuando trabajaba en el pub, pensando siempre que podía llegar a tener problemas porque el como seguridad tenía que actuar, y al no tener papeles, y al ser boxeador profesional que tiene limitadas sus intervenciones en muchas cosas, eso si me preocupaba. Hablaba con él y me decía: “Quedate tranquilo pa que yo los trabajo psicológicamente”. Y era verdad. Porque cuando el trabajaba, yo me daba una vuelta de vez en cuando. A eso de las 11 de la noche, iba porque cuando dejaba de trabajar en los bares, me iba al centro de Guadalajara. Y me quedaba con él un rato charlando en la puerta. Y yo veía que él tenía mucha calidad para trabajar. Salían dos rumanos que medían como dos metros. Y Sergio les prometía que iban a volver entr. Se hacía el que llamaba al jefe, hasta que se cansen esperando. ¿Ves, no hay que pegar, ni nada? El día que me dijo no trabajo más en la puerta respiré tranquilo.
-¿Qué siente cuándo lo comparan con Carlos Monzón?
-Lo que lamento de esas comparaciones es que no puedo sentir lo mismo que sentí por Monzón. Te explico: Monzón era ídolo arriba y abajo del ring, cuando lo veía en un auto, en una revista, nunca hablé con él. La diferencia es que cuando hablo con Sergio el campeón queda lejos. Monzón era mi ídolo las 24 horas del día. Cuando veo a Sergio pelear siento que es un ídolo, más que mi hijo. Lo siento como hijo cuando recibe una mano, ja, me llega más allá.
-¿Le da miedo lo que le pueda pasar a Sergio? Subió muy rápido...
-Miedo no tengo, espero que pueda mantenerse, y separar su vida personal de lo profesional, sé que él haciendo bien los deberes, no creo que le dé el lugar a cierta gente que hoy lo idolatren y mañana lo defenestren, no les va a dar ese motivo de “si estuvo mal preparado y por eso pasó esto aquello, lo otro”. Es demasiado fuerte, consciente y responsable.
-¿Cuál es la principal virtud que mejoró Sergio en este tiempo?
- Calculo que la fuerza mental que adquirió últimamente es de admirar, esa sobriedad que él tiene para manejar ciertos temas difíciles, las cosas difíciles las hace fáciles, con dos palabras, con dos toques, resuelve muy bien. Eso es gracias a la experiencia de todos estos años con su profesión. El se propuso cosas que las logró. Cosas que uno diría es imposible de que hoy en día esté triunfando en Estados Unidos en la catedral del boxeo, no sabía inglés, ni las costumbres, no sabía integrarse a eso. Uno se da cuenta de que es muy fuerte mentalmente. Y muy sereno, estoy feliz.
¿Qué recuerda del día en el que Sergio se fue del país allá por el 2002?
- Tenía una mirada triste, estaba quebrado, no era un pibe que se iba de vacaciones, eran miradas que se cruzaban entre la madre, el padre y el hijo, silencios, momentos especiales, y yo sabía que él quería demostrar alegría estando triste por dentro, siempre una sonrisa para tranquilizarnos, yo sabía que él iba a buscarse la vida, abrirse camino, pero a la vez se te va un hijo de tu lado y lo sentís. Es como que te cortan parte de un brazo cuando te sacan cosas de tu vida.
-¿En algún momento lo llamaron y le pidieron que vuelva?
-No, porque él decía que estaba más que bien, y estaba mal, cuando decía: "Estoy muy bien, estaba muy mal", ese era el lema suyo. La madre le creía, y yo sabía que no era así. No puede ser que le vaya tan bien de golpe. Dibujaba la historia. Estaba diez grados bajo cero paradito en la puerta del bar horas y horas haciendo de seguridad. El decía todo lo contrario. Cuando llega, se asocia a los Sarmiento, que lo contactan con Sánchez Atocha. Este tenía a Javier Castillejos como caballito de batallas. Sergio era el triste olvidado de allá lejos, que le prometían combates y no se realizaban, que le prometía combates, y lo llevaba, sí, pero lo hacía pelear cuando estaban juntando las sillas, y había empleados barriendo y levantando todo. Fue muy duro estar con esa persona, y saber que era el puente que el tenía que atravesar para llegar. Y bueno, aguantó, y no sé si otra persona aguantaría con ese.
-¿Y usted no lo defendió?
-Más de una vez discutí con Sánchez Atocha, porque era soberbio encima. Más de una vez me quiso sacar del vestuario, me decía “no, Sergio no está”, cuando estaba entrenando adentro. Peleaba por 400, 500 euros y eso me dolía mucho. Sergio no se enteró nunca de este enfrentamiento que yo tenía con Atocha, nunca le conté.
-Ahora está bien manejado...
Y... A Sampson se le fue la lengua un par de veces. Así como cambió de apoderado, puede cambiar en cualquier momento, que mejor que él que ve todo ahí adentro.
Foto: Gentileza El Tribuno
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